martes, 17 de diciembre de 2019

Les ofrecemos para descargar en su ordenador totalmente gratis,  los números 57 (Octubre de 2016) ; 58 (Noviembre de 2016); 59 (Diciembre de 2016) y 60 (Enero de 2017)

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viernes, 6 de diciembre de 2019

“El Mingo” llegó a la casa que le faltaba


Sin aviso previo, el sodero del pueblo, hoy no hizo el reparto. Se fue a entregar lo vivido a la casa del Padre.

Domingo Arribas con su caballo y carro en Noviembre de 2012.

 Los habituales desvelados que, sin despertador, sabían la hora cuando escuchaban el motor del cuatriciclo de “Mingo” Arribas, hoy “pasaron de largo”. El sodero de casi cuarenta años del pueblo, cerró sus ojos a esta vida, para abrirlos a la que nunca termina.

Allá por la década de 1950, por ver lo que no tenía que ver, lo echaron del colegio del Hogar Nazaret en Lincoln, y sus padres que vivían en Coronel Granada, se lo mandaron a los tíos Avelino y Esperanza, a un tambo en la zona de “El Chingolo”. Se educó en la escuela con “un maestrón” como él la llamaba, a Nélida Careaga de Siri; jugaba a la pelota y se agarraba a las piñas también con sus compañeros; anduvo de tambero por su cuenta  hasta la emprendió de panadero en otros pagos.
En una nota que le realizara Luci Gutiérrez Giraudo para “El Aguacero” en Noviembre de 2012, contaría como empezó con el oficio que los hizo meterse en los patios de todas las casas de Bunge: “En el 80’ ya radicado en Bunge, compré la sodería de Ramón Martínez. Repartía la soda en un carro que me había prestado la señora de José Macario y con un caballo de Vicente Gauna. Al correr el tiempo, solo fui cambiando los caballos. Siempre lo hice solo, pero cuando me operaron de una hernia, Lorenzo Nievas “El Lencho”, manejó el carro con “El Negro” de Armas durante tres años”. Contaría después que un día se le disparó el caballo, se asustó y decidió motorizarse.
Antes del alba, “Mingo” ya estaba en actividad. Diría también en esa linda nota: “Salgo a las seis de la mañana hasta que termino de repartir. Si llueve no salgo. Preparo un día antes las sodas a base de gas carbónico y el resto agua. Generalmente uso una máscara para cubrirme por si alguien destapa los sifones y les queda gas”.
Armó una hermosa familia con Susana Giacobone. Se casaron en 1977 y del matrimonio nacieron dos hijas: Vanesa y Gabriela.
“Mingo” ha pasado entre nosotros, repartiendo no solo soda y agua envasada, si no nobleza; decencia. Llevaba a cuestas algunos dolores, me confesó alguna vez: haber sufrido  ese viejo asunto de tender una mano a quienes después perdieron la memoria de sus compromisos, pero, jugando con su apellido, podemos afirmar que, pocos están como él,  bien arriba en el corazón de los vecinos.
Seguramente podrá venir otro a traer a casa “el agua con cosquillas”;  lo que nadie podrá reemplazar es esa imagen del inquieto vasquito, primero en la cola del banco todos los días, o cruzadito de brazos recordando cosas o comentando la actualidad en alguna esquina.
¡Querible, muy querible “El Mingo! Y si bien estuvo soleado, para muchos de nosotros fue un día gris. El sodero madrugador, fue a apagar su propia sed de eternidad, a la casa de Tata Dios. ¡Gracias Mingo! Te vamos a extrañar… ¡y cómo!

                                                                                                    Tomás Eduardo Penacino
                                                                                                      4 de diciembre de 2019

"Mingo" (4° de la izq. arriba) junto a ex compañeros de la Escuela del paraje "El Chingolo", el 5 de abril de 2018. Cena en el Centro de Jubilados y Pensionados de Emilio V. Bunge