martes, 30 de mayo de 2023

El gozo de estar volviendo

 El gozo de estar volviendo

Juan Carlos Emilio Smargiassi volvió después de casi una década a Bunge la tierra donde nació y de donde también era su mamá Nilda, recientemente fallecida 


Por Tomás Penacino
El apellido suyo no nos dice mucho a los bungenses, pero sí el de su mamá Nilda Gielis y de sus abuelos maternos Pedro Gielis y Josefa “Pepa” Careaga. 
“Carlitos” como lo llaman todos, nació aquí y no en un día cualquiera: el sábado 16 de abril de 1955. Ese día el pueblo celebraba el cincuentenario de su fundación y el doctor Carlos Horacio Seguí, se hizo su tiempo para atender el parto de Nilda en el medio del gran trajín de esos días. Es que el doctor Seguí era el presidente de la comisión de festejos y fue quien propuso se tome esa fecha para la conmemoración, que luego, no se sabe por qué, se traslado al 5 de abril.Como nunca se halló acta alguna de creación del pueblo, la propuesta del recordado médico partió de que el 16 de abril de 1905 se realizó en el hotel “Las Delicias” de General Villegas el primer remate de tierras del pueblo y colonia Emilio V. Bunge. “El doctor Seguí ayudó a mi madre a traerme al mundo y el padre Medina (Mario), me bautizó”, puntualiza Juan Carlos.
El visitante se acercó a nuestro domicilio acompañado de su parienta y delegada municipal Liliana Lovagnini. Se dio un momento de charla muy amena y con el ingrediente además de un paisaje en común y personas de mutuo conocimiento con mi esposa Susana Audisio, quien nació en La Cesira (Pcia. de Córdoba) y la familia de Juan Carlos, a semanas de haber abierto él los ojos al mundo, se radicó allí. 
“Carlitos” recuerda que alguien propuso que lo bautizaran con el nombre “Cincuentenario” en alusión al día de su nacimiento; finalmente optaron por agregar un tercer nombre: Emilio, en homenaje al fundador del pueblo. 

Los hilos de la historia
El primogénito de los Smargiassi Gielis, comparte los “porqués” de la radicación de sus padres en el sur cordobés: “Mamá y su hermana melliza María Ester, se reciben de maestras en La Plata. En La Cesira estaban radicado la tía Nélida Ojeda casada con el tío Aldo Viglione. Como hacían falta maestras allí, las dos hermanas se fueron para allá. Mi papá (Juan Carlos como él) era de Cañada Seca, aunque había nacido en Rufino. Ttrabajaba en el campo con mis abuelos, (eran nueve hermanos ellos) y le ofrecen a papá irse a trabajar a una fábrica láctea a La Cesira. Había tres fábricas de leche que eran de la “River Plate Dairy”. Empezó como operario, al poco tiempo lo ponen como encargado y después lo ponen como inspector. En ese tiempo se elaboraba la leche, se hacía crema, quesos y todo eso se transportaba en camión hasta la estación de trenes y por tren se mandaba a Buenos Aires. Los tíos eran los tutores de mi madre y la tía María Ester, asique cuando mis padres se conocieron, papá le tuvo que ir a “pedir la mano” a los tíos, Nosotros éramos seis hermanos y quedamos cinco: Yo, el mayor y después de mi María Delia, Daniel, María Inés y María Gloria”.
 
Los Smargiassi - Gielis en los 80 años del club de La Cesira. 
(De la izq) Daniel; (un nieto), Juan Carlos Emilio; Nilda; Marta 
(esposa de "Carlitos"); María Gloria y adelante María Inés. 
(Ausente en la foto María Delia, residente en España)


Pueblerinas
“Carlitos” marcado en su Fe por su madre, cuenta que fue monaguillo cuando niño y arrima algunos apuntes “eclesiales”: “Don Alfredo Chopitea (estanciero del lugar) hizo la Iglesia a las afueras del pueblo con una casa parroquial grande y le dijo al obispo que, si no mandaba un sacerdote para vivir allí, le prendía fuego a todo. Por eso el sacerdote de toda esa zona vive en La Cesira” y es párroco también de Viamonte, Pueblo Italiano, San Miguel…Yo era monaguillo del padre Famea (Luis Ángel), un sacerdote que estuvo después del padre Zechinatto (Antonio) y sabíamos ir también a Laguna del Monte y Tuyutí. Por entonces había una señora que era de Viamonte y se había ido a vivir a Junín. Tuvo como siete hijos. Le fue muy mal, se le murió el marido, eran muy pobres y se volvió a Viamonte. Cuando llega a Viamonte, la madre de esa chica también se enferma y muere. Entre los siete hijos había uno que se llamaba Hugo (Goicochea, de apellido) Iba a la Iglesia, le calló bien al padre. Un día fue a hablar con la madre y le dijo que se lo quería llevar con él para criarlo. Lo crio y los domingos que iba a dar misa a Viamonte, lo llevaba para que lo viera la madre. Cuando él se va a Italia, le pide a la curia permiso para llevárselo con él, pero, por varios problemas no podía. Lo tuvo que anotar como hijo, entonces la Iglesia lo dejó. El padre Zechinatto murió en un accidente".
El médico
Me fui a estudiar el secundario a Rufino (Santa Fe). Allí vivía con un tío y una tía; hice perito mercantil y con un grupo de amigos nos habíamos anotado para estudiar Ciencias Económicas en Rosario. Vino Alberto, un amigo y me dijo que intentara Medicina. Me fui a Córdoba para anotarme y me daban dos días para hacerlo. Volví a La Cesira, llevé todo, Hice el curso de ingreso, me recibí, me casé y ya me quedé allá. En diciembre pasado me jubilé como médico de la fuerza aérea civil, en el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial, que es la que les da a los pilotos la licencia para volar. Ahora sigo ejerciendo la medicina en forma privada”, cuenta el bungense de nacimiento.

Hijo de muy buena madre
Las hijas mellizas del carnicero Pedro Gielis y de doña “Pepa” Careaga, Nilda Edith y María Ester, terminada la etapa de la instrucción primaria, pudieron estudiar en el colegio “María Auxiliadora” de La Plata donde estaban como pupilas. Allí convivieron con otra bungense, Josefa Berecibar, algunos años mayor que ellas y a la cual “Pepa” le gestionó una beca para que pudiera cumplir su sueño de seguir estudiando. En estos días de su visita al pago, Juan Carlos pudo visitar a “Chita” (Carmen Eugenia) hermana de Josefa y seguramente recordó cuando iba a visitar a su hermana y a “las Gielis” a La Plata.
Como ya se expresó, Nilda y su hermana se radicaron en La Cesira para ejercer la docencia y la mamá de “Carlitos” fue maestra y directora por más de veinte años de la Escuela primaria “General Victoriano Rodríguez”.
             Visitando a las estudiantes en La Plata. (De la izq.): Carmen Eugenia 
           Berecibar; María Ester Gielis; Hilda Rodríguez; Josefa Berecibar y 
                Nilda Gielis 

De Bunge hasta las muelas
Nilda siempre estaba volviendo; recuerdo una de sus visitas en octubre de 2008, cuando el templo parroquial “San Juan Nepomuceno” cumplió cien años y se le brindó un especial homenaje a su amada tía Ana María (Anita) Gielis.
Con sus 91 años (cumplidos el pasado 18 de noviembre) manejaba como un joven las redes sociales y el WhatsApp. Visitar su muro de Facebook era encontrarse permanentemente con “posteos” de publicaciones de Emilio V. Bunge y reiteradas veces hizo llegar su aporte para apoyar la labor de “La Mano Tendida en Bunge”, institución que nos toca presidir por aqui.
Admirada, respetada y amada por todos, pareciera que eligió el día para irse a los collados eternos: el 16 de mayo pasado, día del Santo Patrono de su pueblo, “San Juan Nepomuceno”.
                                 Cien años del templo parroquial de Bunge (2008). (De la izq.) 
                                 Nilda Gielis, Ana María Gielis y Carmen E. (Chita) Berecibar

En el corazón de La Cesira

Don Néstor Esteban Álvarez, vecino de La Cesira y cuyo padre también nació en Bunge, al saber del fallecimiento de Nilda, publicó hermosas palabras en su cuenta de Facebook que nos parecieron un hermoso broche para esta nota:
“Tenía 91 años, quizá un poquito más chiquita, nunca fue muy grande de físico, intacta en lo intelectual, en su bonhomía, sencillez, elegancia, fe cristiana. Verla era un placer, platicar un aprendizaje y un orgullo; haberla tenido de maestra un honor, conocerla y tratarla algo inolvidable e imborrable. Parece utópico, impensable, pero es la verdad, desde hace un rato la Sra. Nilda, o Nilda, como quieras, se fue a los pagos de Dios por allá arriba, si allí donde su "gringo" Juan Carlos, su esposo, compañero, de tan buen recuerdo como ella, seguro desde hoy no rezonga, sentadito en una silla y con su característica sonrisa, le estará dando la bienvenida a su nueva casa. Nosotros aquí en la tierra lloraremos cada cual a su modo, con lágrimas, malas palabras, puñetazos a la pared, o descargando la amargura con lo poco que sé hacer, escribir. No quiero abusar de mi memoria pero sí, crean que recuerdo haberla visto llegar al pueblo junto a María Ester, su papá y su mamá, sus pequeñas valijas, a instalarse en lo de don Aldo Viglione y su esposa Nélida Ojeda, sus blancos guardapolvos, impecables como lo fue toda la vida, su saber, desparramado a manos sueltas entre nosotros, su mansedumbre y humildad puesta a favor de quien quisiera instruirse. Pero, a no engañarse, confundirse: ¡si bien era buena como un pan, sabía exhibir su genio, su altitud cuando las circunstancias así lo ameritaban, y... vaya si sabía hacerlo! En épocas difíciles había que tener doble trabajo para ayudar al hombre, Maestra por vocación, Madre por amor, fue su elección, y vaya que tuvo éxito, sus alumnos damos fe de lo enorme de su capacidad puesta a nuestro servicio y el de su familia”.

                  Nilda (1ra. de la izq.) en LA CESIRA, durante la presentación de un libro