El basquetbolista Juan Antonio Abdala estuvo en Bunge y brindó el testimonio de su caída en las drogas y la lucha para escapar de sus garras
Numerosos vecinos, desafiando el intenso frío, se hicieron presentes el pasado viernes 9 en el SUM de la Cooperativa Eléctrica local. Con la organización de la citada entidad, poco después de las ocho de la noche, Juan Antonio Abdala, compartió e interactuó con los asistentes sobre la problemática de las adicciones. No es errático suponer que la importante convocatoria estuvo motivada por el recrudecimiento del consumo de sustancias prohibidas en el pueblo y la facilidad con que se consigue.
El deportista juninense, quien estuvo acompañado de su señora madre, hizo una descripción descarnada de su ingreso, casi distraídamente, al consumo de marihuana primero y de cocaína asociada al alcohol después, que lo llevaron a una situación límite.Abdala, como “disparador” de la reunión, preguntó a los presentes si conocían el significado de la palabra “adicto”. La profesora Fernanda Fogliatto se encargó de responder, señalando que ese término se traduce como lo “no dicho”. A partir de allí, más allá de la amarga experiencia de vida, el ex jugador de Argentino de Junín y otros clubes del básquet profesional, plantó algunos mensajes valiosos para que fueran recogidos por el auditorio.
La basura debajo de la alfombra
Abdala compartió que a los 19 años su madre lo sorprendió mostrándole el hallazgo de marihuana en su casa. Como él mismo lo señala en su libro “Crónicas de lo no-dicho”, “la desinformación que había sobre el tema por entonces (principios de los años “noventa”) era parte de una cultura que mandaba a parar todo debajo de la alfombra”. “Por favor Juan que no se en enteren en la familia, los tíos en el club, tu padre… ¡se pueden morir!” Esa negación de la realidad, lejos de erradicarla, le dio “alas” para que su problemática se profundizara.
De allí que el primer mensaje que Abdala bajó al público fue el de la imperiosa necesidad de comunicación en la familia, de enfrentar mediante el diálogo, situaciones que se puedan estar generando en algunos de sus miembros. Puso de relieve también, la importancia de poner el foco sobre la demanda de sustancias prohibidas a fin de “trabajar para que el ser humano no las elija”.
La fuerza del cariño
El visitante aludió al rol decisivo en su recuperación que tuvo su pareja por entonces, quien dio cuenta a su familia de la situación de droga dependencia en que se encontraba. En el libro ya citado se puede leer también una expresión de su madre, brotada desde su dolor y también como sacudón para la toma de conciencia: “¡Juan, yo traje un hijo para la vida, no para la muerte!” Fue entonces que, en común acuerdo con el entorno familiar se internó en un centro de rehabilitación del Gran Buenos Aires para emprender el que se conoce como “viaje de vuelta”.
Espacios de escucha
Hubo varias intervenciones de los presentes y se mencionó entre otras expresiones, la cobarde aceptación social de la droga que se percibe en Bunge y la necesidad imperiosa de que haya espacios de escucha confiables para quienes necesiten compartir los dramas que pueden estar agobiándolos, no solo para los jóvenes sino también para los padres.
Ante la consulta sobre posibles estrategias para que las instituciones locales puedan dar una respuesta, Abdala no aportó esquemas de abordaje, pero sí resaltó la necesidad de que exista una red de contención.
Destapar la olla
Fueron puestos en manos de Daniel Sofía, presidente de la cooperativa, varios ejemplares de “Crónicas de lo No –dicho” que fueron repartidos entre representantes de instituciones presentes en el encuentro.
Precisamente, casi al final del libro, se puede leer una especie de “hoja de ruta” para intentar comenzar a ponerle palabras a una situación que, ante la indiferencia de muchos y la complicidad incluso de quienes deberían tomar medidas, sigue pudriendo el tejido social.
“La comunicación es la responsabilidad indispensable para paliar un problema que, lejos de acercarnos una luz de esperanza, nos va metiendo cada vez más, la cabeza en el barro”
“¿Cuántas cosas hemos callado?; ¿Cuánto daño nos hemos hecho?”, se pregunta y nos pregunta Juan Antonio y señala la urgencia de “destapar la olla de una vez por todas. Hablar con nuestros hijos, logrando esa confianza tal que nos permita construir un presente más seguro”.
El desafío fue lanzado, lo que hay que ver ahora es si la comunidad se pone a jugar con espíritu de equipo, un nuevo partido decisivo a las drogas o se irá “una vez más a los vestuarios” a refugiarse en sus miedos para que los mercaderes de la muerte sigan haciendo su negocio a costa de la vida, especialmente de nuestros jóvenes.
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